miércoles, 16 de abril de 2014

En el bar enemigo

d.z.

Final de Copa del Rey, ha entrado un chico. Todo el mundo lo mira de reojo desde que ha llegado, porque sin que se le transparente por ningún rescoldo, se le nota en la mirada esa camiseta de Cristiano que viste debajo de su camisa a cuadros (vamos, a lo Sergio Ramos haciendo de rabiar al bueno de 'Mou'). Podría haber ido a otro bar, pero ese tugurio tiene algo, es uno de esos sitios donde se respira fútbol. Cantar los goles solo no es su estilo, llevarse una buena colleja en el bar enemigo tampoco, pero tiene más encanto gozar en territorio hostil. Sin embargo no tiene porqué esconderse, ese lugar siempre ha tenido un vaso de agua que ofrecerle, un acalorado intercambio de opiniones o una buena cerveza. Desde enano los culés de aquella guarida lo acogieron como a uno más. Le hacían de rabiar, de que manera, el chaval aprendió a defender sus colores con estilo, y ante sus rivales, y realmente eso era lo que ellos querían.

Hoy hay fútbol, hoy hay una final, no es un partido más y en el bar de debajo de su casa el chaval podrá disfrutar de su Madrid, y con sus enemigos culés. Y da lo mismo que no juegue Cristiano, que la defensa del Barça esté echa un cuadro, que el Madrid esté en la obligación de darle la estocada final al máximo rival (con permiso indio), que el Barça este necesitado de muerte de limpiar su imagen... Todo eso da igual, porque sólo es fútbol, incluso en el bar enemigo.

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